A pesar del frío intenso, el agua del arroyo de Canencia se precipita por las pequeñas cascadas, como queriendo huir de la congelación a toda velocidad. Tan sólo en los laterales se forma el hielo de los carámbanos, que creados a base de salpicaduras, desafian la corriente. El verde del musgo y los reflejos dorados del agua añaden la nota de color a una fotografía casi en blanco y negro.