A veces no es necesario ir muy lejos para que la naturaleza nos sorprenda con luces y formas increíbles. Esta foto la tomé una buena mañana desde la ventana de casa, recién levantado, no estaba seguro de estar despierto, quizás asistía al fin del mundo en directo desde mi privilegiado palco de octavo piso alcorconero. Como suele suceder en estos casos, el fenómeno no duró mas de un minuto, tiempo suficiente para coger la cámara, encuadrar y disparar. Al final, me dí cuenta de que no se trataba de ninguna catástrofe natural ni sobrenatural, sólo era un juego entre el sol y las nubes, un guiño fugaz, el amanecer de un nuevo día, que en los tiempos que corren, no es poco.
¡Guau! ¡Vaya luces Julio! Una pasada. Y es que el refranero español es muy sabio: a quien madruga Dios le ayuda.
ResponderEliminarSaludos mañaneros.